Mi oficio de sastre tiene la ventaja que entre costuras y corte hay tiempo para la reflexión. Donde muchas veces se me vienen a la cabeza lecturas hechas y el obligado análisis que hago de éstas. Hace poco leyendo pasajes de filosofía me encontré con las palabras de Fernando Cruz Kronfly: “El intelectual que denuncia la transformación de ideales afirma que el individualismo creativo no ha desaparecido todavía de la sociedad y de la cultura por el simple hecho de haber dejado de existir, sino porque no se tiene a nadie a quien decirle, o con quien interactuar. Lo que sí ha desaparecido de la sociedad contemporánea es el interlocutor interesado en la cultura, lo que se ha esfumado es la audiencia del individualismo pensante.
Por su parte Avelina Lésper argumenta - “nunca antes en la historia de las artes habían existido tantos artistas. Todo por la invención del ready-made virtual masivo, por el que surgieron los artistas efímeros. Esta idea que demerita la individualidad en favor de la uniformidad está destruyendo la figura del creador. Cuando la figura del creador era indispensable, y su obra insustituible pensada para un consumidor de cultura respetuosa de las tradiciones. Hoy, con la sobrepoblación de ready- made, todos son prescindibles y una obra se sustituye velozmente con otra, pues carecen de singularidad (…)
Ya no hay conocedores del individualismo; por lo tanto, no se necesitan creadores se perdieron sepultados por el vórtice productivo tecnológico y el poder del marketing. Por tanto, la trascendencia es impuesta por las lógicas de la oferta y la demanda y por las ganancias que pueda alcanzar una marca en la euforia espectacularizada de su imagen en sus propuestas creativas.
“Egotecas” virtualizadas, pantallizadas que van ligadas al marketing con enormes presupuestos promocionados al mayor y al detal. Los medios se imponen como el nuevo trampolín de consagración de talentos, la notoriedad pasa cada vez más por los caminos de lo espectacular, la comunicación, y lo mediático de la moda” versus el orgullo de un sastre, anónimo, trabajando con el placer y satisfacción de lo que sus manos crean para un cliente único, día tras día para otro ser especial.
Con pasión de crear lo único e irrepetible, ya que nadie es clon de nadie, gracias a estos pocos, los sastres no nos dejamos aniquilar por el veneno de la imposición mercantil. Resistiendo estoicos, esperando la segunda oportunidad, confiamos en seres únicos con imperfecciones, dedicamos horas a veces exasperantes acompañados con dolores de espalda, ojos cansados por el deber y la aguja, patrones, líneas, cuadrículas, una batalla personal con la forma y el hacer, madrugadas y noches de desvelo, para una obra que se integra al sastre que por amor al oficio termina unido a la parte más íntima de la prenda.
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