
Cuando llegué a Bogotá en busca de mejores oportunidades en el oficio, a inicios de los 60's, me impresionaron los descomunales buses silenciosos que se movían aferrados a unas débiles tirantas conectadas a líneas eléctricas por donde recorrían gran parte de la ciudad. Tuve la suerte de viajar en ellos y coincidir hasta su ocaso y triste final en el año 92', asombrado los veía pasar en su recorrido, desde el interior de las sastrerías donde comencé la adaptación bogotana, con nostalgia por la ciudad que cambiaba de piel con inusitada velocidad.
Ese mismo año del 92 cerraban emblemáticas industrias del vestido como Luigi, Manhattan, Corayco, Hermega, Cabana y algunas más de menor reconocimiento. El mismo fenómeno se operaba en los cines, los grandes teatros de la séptima fueron paulatinamente perdiendo la clientela que los mantuvo como íconos referentes del entretenimiento. Los teatros Metro, México, Olympia, Ópera, Aladino y más de cien que en menos que canta el gallo se extinguieron por Vigencia: palabra inventada por Ortega y Gasset para registrar el transcurso del tiempo en la sociedad y los cambios operados en las costumbres.
Y creo que sin darnos cuenta la vigencia caducaba ese breve espacio de tiempo desde cuando inicié como emprendedor independiente en el oficio de la sastrería en un pequeño garaje en la calle 53 # 16 - 38 en el año de gracia de 1969. 23 años, apenas acomodando utilidades progresivamente, rindieron frutos hasta la llegada a la cra. 24 con 54, frente a la línea del trolley que pasaba frente al también extinto almacén Sears, que le dio nombre a esa parte emblemática de la Bogotá. Nadie puede predecir, pero creo que en la década del 90 la ciudad comienza a reconocerse como multicultural, los ritmos y la moda multicolor impuesta por gente de tierras cálidas, como nuevas tribus urbanas, se tomaron los espacios influyendo en los cambios que se operaban para mal de los oficios artesanos.
La sastrería, que fue estrella de una forma de ser, decaía vertiginosamente como el trolley, y los viejos cines de la ciudad, desde el esplendor en la séptima la sastrería se fue desplazando al norte, arrinconada por la oferta de producción masiva tanto local como de oriente, que la obligó por subsistencia a trasladar el negocio hasta donde se movía la poca clientela que utilizaba el servicio del sastre en la década del 90' instalados desde ese año en la casa en la que Valencia resiste el embate homogeneizador de la moda masiva, comienza a sacudirse con las nuevas generaciones afectas y con amor a las propuestas de lo hecho a la medida.
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